GAZA Y "LA TRONERA"

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Aquella entrada de don Antonio Gala en “La Tronera” fue de esas que dejan una impronta especial en la mente que uno jamás olvida a pesar de los muchos años que transcurran. Corría un mes de enero de comienzos de los años 90, y una ola de frío azotaba Madrid. Varios indigentes murieron congelados en las calles y parques capitalinos ante la indiferencia general. Venía a decir don Antonio que las autoridades que dejaban morir de frío a los más desfavorecidos eran unas hijas de la gran puta ¡Sin más literaturas!
Sí, así lo escribió en el diario “El Sol”, sin miedo ni temor, porque para eso era don Antonio Gala. Ignoro las veces que desde entonces he estado tentado de plagiar sus palabras para calificar las actuaciones de unas corruptas o indiferentes autoridades ante una u otra cuestión. Aunque nunca me atreví. Total, ¿hubiera cambiado algo el exabrupto de un don nadie ante el poder omnimodo de autoridades políticas y/o judiciales? Baltasar Gracián decía que había que evitar las victorias sobre todos aquellos que ostentan algún tipo de autoridad sobre uno, especialmente sobre los jefes que siempre lo percibirán como una muestra de superioridad. Consejo que me apliqué por aquello de considerarme seguidor del estoicismo moderno.
De todo esto que escribo han pasado la friolera de 35 años, lo cual quiere decir que ya hace tiempo que uno superó sus álgidos momentos para vivir esa horrible decadencia que eufemísticamente llamamos madurez.
Pero quizá precisamente por eso, y porque lo que uno escribe ya solo puede considerarse como las tribulaciones de un “antiguo”, ahora sí me atrevo a decir, emulando a Gala, que todo aquel político, autoridad o simple ciudadano que viene a defender, a minimizar, o a ocultar el genocidio que se está perpetrando en Gaza, son unos hijos de la gran puta, colaboradores necesarios para la legitimación del asesinato de millares de víctimas inocentes, la gran mayoría niños y ancianos: ¿Es que no se les cae la cara de vergüenza viendo las imágenes de esos niños destrozados por las bombas, la miseria y el hambre?
¡España para los españoles! ¡Fuera los inmigrantes! Son eslóganes que exhiben esos fascistas en sus manifestaciones y tractoradas, mientras luego mantienen bajo los plásticos de Almería y Murcia a multitud de ellos tratándolos como mano de obra esclava, con jornadas interminables de doce y catorce horas bajo temperaturas de cincuenta grados y no permitiéndoles ni la posibilidad de arrendar una vivienda por considerarlos delincuentes habituales : ¡Hijos de la gran puta!
Hace unos días conocí a Ferney. Acaba de llegar de Colombia por segunda vez con solo una maleta, su esposa y Dios por compañía, porque él es así de creyente, y con muchas ganas de trabajar para costear a su “niña” los estudios de abogacía allá en su país natal. Ahora pelea por conseguir unos papeles que lo permitan mientras convive con su esposa en una habitación cedida por una sobrina. 59 años de edad, excelente profesional albañil y pintor, chapucea cuanto puede para sobrevivir y todas las noches da gracias a Dios por su ayuda. ¿Ferney, el emigrante, es un delincuente habitual? Pues al parecer sí lo es. Al menos para todos esos vagos y xenófobos portadores de banderas anticonstitucionales, obsesos de pulseras patrióticas en las muñecas, pero que carecen de la posibilidad de mantener un ápice de comparación con la rectitud, bonhomía y dignidad de mi buen amigo Ferney.
Así que sí, que me cisco en sus discursos extremistas, que me asquean sus banderas con el aguilucho, y que me parecen todos ellos unos hijos de su “santa madre”.  Sin más literaturas.

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