HOY ENTREVISTAMOS A JOSÉ MANUEL GUTIÉRREZ BASTIDA

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JOSÉ MANUEL GUTIÉRREZ BASTIDA
 

JOSÉ MANUEL GUTIÉRREZ BASTIDA

MAESTRO, ESPECIALISTA UNIVERSITARIO EN EDUCACIÓN AMBIENTAL, MASTER EN EDUCACIÓN AMBIENTAL

Buenos días, José Manuel, encantados de tenerte con nosotros en el apartado de entrevistas de la página de AEDA23: FILOSOFÍA Y PENSAMIENTO PARA LA TRANSICIÓN ECOLÓGICA (aeda23.es):
Qué te parecería si, para comenzar, nos expusieras algo de tu trayectoria personal y profesional con el fin de que nuestros seguidores puedan conocerte mejor.
Bueno, soy maestro. También Especialista Universitario en Educación Ambiental por la UNED y Master en Educación Ambiental por el Instituto de Investigaciones Ecológicas. He trabajado en diversas escuelas e institutos de Bizkaia. Me tocaba impartir matemáticas, ciencias naturales, euskara y talleres de ecología, artes plásticas o fotografía. Cuatro años en la ya desaparecida escuela de San Francisco, en Bilbao, trabajando con alumnado mayoritario de etnia gitana. Once años en el Centro de Experimentación Escolar de Pedernales-Sukarrietako Eskola Saiakuntzarako Zentroa, ocho de ellos como Director Pedagógico, que es el sitio donde aprendí la base de lo que hoy sé sobre educación ambiental. Desde 2005, Asesor Pedagógico de Educación Ambiental en el Ingurugela-Ceida de Bilbao dedicado a la asesoría, formación e investigación.
He tenido la suerte de trabajar siempre con grandes equipos y de poder desarrollar investigación-acción educativa.
Disfruto de la inmensidad del mar, de Urdaibai, los Pirineos o los Alpes, de la pintura cuando dispongo de más tiempo o, si no, de la fotografía. Así como de una buena cerveza en buena compañía y con una buena charla o debate. También trato de desarrollar un activismo ecosocial en varios frentes.
Bien, y cómo fue tu descubrimiento y relación con el Medio ambiente, y más concretamente con aquello que te preocupa más.
Desde bien pequeño, supongo que como todas las personas en la infancia, he sentido atracción por la naturaleza, por todo lo que esconde, por la fascinación de mis hallazgos. Félix Rodríguez de la Fuente aumentó esa seducción con sus primeros programas en blanco y negro. Todo ello me llevó a la afición por el montañismo y empezar a descubrir la flora y la fauna del País Vasco y Pirineos. Más tarde, el movimiento antinuclear y ecologista me acercó a conocer los entresijos sociales de las problemáticas ecológicas. La obra de Murray Bookchin y su teoría de la ecología social también ayudaron a formarme.
La preocupación ha cambiado con los años. Si bien, en un principio, era más por la pérdida de biodiversidad y de hábitats, hoy día, es la gran crisis civilizatoria generada por una manera antropocentrista de entender nuestra relación con otros seres vivos y con otros seres humanos. El antropocentrismo, sostenido por el capitalismo y el heteropatriarcado, concibe el mundo como una fuente inagotable de recursos para el varón, adulto, blanco, noroccidental y heterosexual; mientras que el resto de la humanidad y de los seres vivos sufren las consecuencias. La crisis ecosocial global nos han hecho incluso cambiar de edad geológica, el Antropoceno. Una nueva era que se caracteriza por ser la primera en la que el ser humano proporciona evidencia de su actividad en los estratos geológicos.
Mi angustia actual es la percepción de que vivimos en la modernidad líquida del filósofo Bauman, una era que invisibiliza los problemas ecológicos y sociales, y la certeza de que en el Antropoceno no se vive, en el Antropoceno tan solo se puede sobrevivir.
Te has especializado en temas de educación ambiental en los procesos de aprendizaje ¿Háblanos de ellos, por favor?
Para mí, la educación ambiental es la EDUCACIÓN con mayúsculas. Si convenimos que la educación debe preparar a las personas para desenvolverse en la sociedad, y esta sociedad sufre una crisis ecosocial global, la educación, hoy, debe atender a esos parámetros para hacer su labor. Y eso lo lleva haciendo la educación ambiental desde hace algo más de 50 años.
Dentro de ello, en educación ambiental (que trabaja con todas las edades y sectores), siempre buscamos que quien aprende sea capaz de sensibilizarse y concienciarse, de empoderarse y que en su interior se produzca un “clic” que le impulse a actuar para transformar su entorno. Siempre me ha atraído el cómo se produce el clic, es decir, qué proceso sucede en el interior de las personas para que diga: tengo que usar el transporte público o voy a movilizarme contra la inacción por el cambio climático. Si sabemos el cómo y el cuándo, tenemos la clave para favorecer los procesos de enseñanza-aprendizaje. Pero, ya sé que es utópico. Estos procesos son de una enorme y creciente complejidad, en tanto en cuanto, cada vez hay más fuentes de información y de estímulos que llegan a las personas.
Sí, sabemos que hay que sensibilizar, es decir, que hay que tomar contacto con una situación problemática. O mejor indignar, ya que las situaciones de injusticia social y de destrucción ecológica deben generar indignación por sí solas. Acompañar en un acercamiento al problema que genere la necesaria motivación para saber más, para buscar información, para crear conocimiento. Este conocimiento, a quien aprende, le debe hacer consciente de que es parte del problema y, por tanto, de la solución. Esto es la concienciación. Una vez concienciada, tenemos que ayudar a la persona a descubrir y a conocer su propia capacidad para actuar, las posibilidades que hay, las alternativas, qué caminos, etc. para que, finalmente, libre y democráticamente, pueda decidir y, si así lo desea, elegir y actuar individual y colectivamente para transformar la sociedad.
Pero el proceso educativo no lo es todo. Nuestro alumnado lleva camisetas de pocos euros hechas por jóvenes de su edad, en la otra punta del mundo. La consecuencia del proceso de aprendizaje en educación ambiental puede ser que no hay que comprar esas camisetas. Sin embargo, la situación económica familiar, en muchísimos casos, no les permite acceder a otro tipo de prendas. Esta situación de pobreza es la que genera situación de riqueza creciente a alguien que, evidentemente, no quiere cambiar el status de las cosas. El contexto de insostenibilidad es, en sí mismo, la razón de ser y el entorno de actuación de la educación ambiental. Y el mayor enemigo.
El cambio climático es una realidad, o es tan solo una exageración de extremistas.
La pregunta, hasta me molesta un poco. Cuestionar el cambio climático a estas alturas es dar pábulo a los negacionistas. Quizás, la pregunta de hoy es si hay que debatir o no con negacionistas.
Las evidencias científicas sobre el cambio climático y su origen antropogénico están fuera de toda duda y llevamos sufriendo las consecuencias desde la década de los 50 del siglo pasado.
El calentamiento global es una realidad, pero una más, quizás el más importante, por supuesto el más mediático, dentro de la gran crisis sistémica ecológica y social que soporta la vida del planeta y que nos ha hecho llegar al Antropoceno.
¿Consideras posible corregir los graves problemas medioambientales mediante acciones concretas? ¿En qué medida puede influir la educación ambiental? ¿Estamos aún a tiempo de cambiar?
Sí y no. Me explico.
Considero que el primer cambio es individual. Tras un proceso de formación, la persona puede, como decíamos antes, concienciarse y empoderarse para poder decidir si actuar y en qué sentido. Pero, si vemos el ejemplo anterior de la camiseta, no vale solo con estar empoderada para actuar, hace falta que el contexto sea coherente con dicho deseo de actuación. Y el enemigo es enorme.
Si la mayoría de las personas usamos el transporte colectivo, nuestra propia bolsa de no-plástico y desarrollamos un ocio sostenible, los graves problemas ambientales sentirán cierto efecto.
Por eso, a partir de lo individual, el principal cambio es colectivo. En la unión hay más posibilidades de cambiar las cosas. Pero no solo en cuanto a los eco-gestos cotidianos, puesto que el verdadero conflicto es social y político: se trata de cambiar la manera de hacer las políticas energéticas, económicas, de inmigración, de igualdad, de movilidad, de solidaridad, de trabajo, de consumo, etc. Y eso se consigue movilizando y activando a las personas, haciéndolas activistas, votando democráticamente opciones de transformación social, organizándose socialmente, creando cooperativas de consumo, trabajando en los sindicatos, actuando en el barrio y en el Gobierno, en la taberna y en el Parlamento Europeo, en el trabajo y en la ONU.
Soy de los que piensan que los sistemas de gestión ambiental, la separación y reciclaje de residuos, los carriles bici y las zonas peatonales, la interpretación en parques naturales, la participación institucional abierta a la sociedad, los planes de movilidad urbana sostenible, la conciencia por el uso responsable del agua, el consumo ecológico y de km 0, la aparición de productos ecológicos y solidarios en las tiendas, los movimientos de ciudades en transición, tecnología “verde”, el slow food..., incluso el movimiento Fridays for Future generado por Greta Thunberg o Extintion Rebelion no se pueden explicar sin la contribución de la EA.
La educación ambiental de enfoque ecosocial es, sin duda, un campo del saber, un transcampo en palabra de Pablo Meira y María Barba, un proceso (no es un instrumento o herramienta, ya que es mucho más complejo) que ayuda a todos esos cambios ecosociales, los vertebra y los consolida.
Y no sé si estamos a tiempo de cambiar, pero soy un pesimista activo. Sabiendo que con el decrecimiento material y de combustibles fósiles la vida humana, en pocos años, será muy diferente a la que conocemos ahora tenemos que educar en la resiliencia, en el concepto de buena vida, en el enfoque de bienestar ecosocial, etc. Pero, tenemos poco tiempo. Hay que decidir pronto si queremos cambiar o seguir en esta vorágine consumista y crecentista. Desde varios ámbitos sociales se están generando alternativas ecosociales interesantes a las que hay que estar atentas: ecofeminismo, los New Green Deal, el decrecentismo, las ciudades en transición, el ecosocialismo, los movimientos por la transición ecológica y energética, la ecología política...
A nivel personal o individual ¿Qué consideras que puede hacer o aportar la gente común o la sociedad en general?
Es la clave. Y una palaba clave es “lo común”. Hablamos de recursos naturales desde una perspectiva antropocéntrica, cuando son bienes comunes que ofrece la naturaleza a todos los seres vivos.
Necesitamos gente formada, empoderada y con ganas de actuar y recuperar lo común frente a lo privado y elitista en manos del 1 % de la población mundial. Como decía antes, las medidas individuales o los eco-gestos están bien, no hay que desdeñarlos, pero ni siquiera importa que todas las personas los realicen, lo realmente importante es ser coherente con los valores ecosociales adquiridos con el proceso educativo.
Y más, agruparse, asociarse, participar en movimientos sociales, en cooperativas de consumo, crear masa crítica, denunciar las prácticas insostenibles, reducir el consumo y consumir coherentemente, promover lo sostenible y equitativo, votar en consecuencia y crear eco-ciudadanía, esa idea unida al vivir juntos aquí, en el planeta que dice Lucie Sauvé.
Es posible concienciar a la sociedad. ¿Cómo? 
No creo que se pueda concienciar a nadie. Creo que el verbo adecuado sería concienciarse, reflexivo. Reflexivo, de reflexión. La concienciación llega cuando la persona se hace consciente de que es parte del problema y, por tanto, parte de la solución y busca maneras de actuar.
De esta manera, es posible que se conciencien las personas, mucho más difícil, la sociedad. Porque el enemigo es enorme, complejo y, casi, lo llevamos en nuestro propio ADN. Suelo contar que en la escuela, por ejemplo, se trabajan la solidaridad, el consumo responsable y la alimentación saludable. Al acabar la jornada escolar y salir a la calle, los chicos y chicas se encuentran con la competitividad, el consumismo desaforado y la comida rápida y con exceso de azúcares y grasas. A jóvenes y adultos, a través de la colonización de sus mentes a través de la publicidad que necesita el crecimiento económico infinito, se les crean necesidades artificiales, de difícil gestión y fácil digestión.
A través de que las personas, primero, se indignen, y luego, se conciencien podemos llegar a generar una masa crítica con capacidad de actuar para transformar la sociedad.
En el ámbito escolar, el terreno que más me compromete, como dice Carmelo Marcén, la escuela debe ser ya el escenario de lo deseable para la vida.
Consideras que los ecosistemas son capaces de defenderse de las agresiones humanas.
Por supuesto. Lo demuestran constantemente, siempre y cuando no hayan llegado a una situación irreversible o de colapso. Los ecosistemas son sistemas dinámicos en búsqueda constante del equilibrio, reajustan sus ciclos y tienen gran resiliencia. Si les dejamos en paz, enseguida vemos como se autorregula y florece.
A mí me maravilla ver los documentales que muestran la vida que ha surgido en Chernóbil años después del desastre, a pesar de los problemas persistentes. No entro a valorar la calidad de esa vida.
La primera gran conferencia sobre medio ambiente sucedió porque más de 14.000 lagos de Suecia habían perdido gran parte de su vida debido a las lluvias ácidas provocadas por las partículas que emitían las centrales térmicas europeas que arrastraban naturalmente los vientos. Europa acordó una bajada de las emisiones de SO2 y NOx, en los años 90, y se recuperaron muchas de las zonas afectadas, las que no habían llegado a un punto de no retorno.
Es posible una alternativa política que base su acción en la consideración de la ecología, la educación y el respeto medioambiental.
Es posible y necesaria. Ban Ki-Moon, en aquel entonces secretario general de la ONU, dijo en la COP 15, de Copenhague, que “estamos con el pie atorado en el acelerador y vamos derechos al abismo”. Lo dijo alguien nada sospechoso de ser ecologista sandía (verde por fuera y rojo por dentro).
Las respuestas a las crisis son opciones o ideologías políticas. Desde mi punto de vista, los planteamientos más cercanos a la consideración de la ecología, la equidad y la educación los encontramos en el ecosocialismo ecofeminista, una corriente política que aúna la lucha contra la injusticia social, la desigualdad y el desastre ecológico. Un espacio de encuentro, colaboración y contraste de ideas entre el ecologismo, el sindicalismo, el ecofeminismo y el movimiento autogestionario que busca construir una sociedad ajustada a los límites y equilibrios de la naturaleza, orientada a la satisfacción de las necesidades básicas de todas las personas, asentada en la igualdad en la diversidad y en una democracia soberana.
Es urgente colocar la vida en el centro de todas las decisiones y que estas se tomen teniendo en cuenta los principios fundamentales que revelan que somos radicalmente ecodependientes e interdependientes. Tomar decisiones sin tener en cuenta estos dos principios es adelantar el colapso civilizatorio. Como dice Riechmann parafraseando a Rosa Luxemburgo, es hora de elegir entre ecosocialismo o barbarie.
En el Antropoceno, la alternativa política a dirigirnos al colapso, tiene que darse inexcusablemente en clave de justicia social, de equidad, y de ajuste sostenible de la actividad humana a los ciclos de la biosfera. Lo demás es tratar de perpetuar un sistema socio-económico biocida, ecocida y suicida, que diría Casaldáliga.
Piensas que la pandemia COVID 19 tiene algún origen con causa en la problemática ambiental. 
No lo pienso yo, lo dice la propia ONU. A principios de octubre, nos levantamos un día con la noticia: “La ONU certifica que las mismas agresiones ambientales detrás del cambio climático causan las pandemias como la COVID-19”.
El imperativo del crecimiento económico, en los últimos 50 años, ha hecho que la población humana se haya doblado, la economía mundial se haya cuadruplicado y el comercio mundial se haya multiplicado por diez. Las consecuencias directas son el aumento exponencial paralelo del uso de energía primaria, el consumo de fertilizantes, la creación de grandes presas, el uso de agua o la producción de papel. Todo ha conllevado a la reducción de la biodiversidad y modificación los hábitats de la vida salvaje a un ritmo exponencial. La propia ONU afirma que la interrupción de las interacciones naturales entre la vida salvaje y los microbios, incrementa el contacto entre la fauna silvestre, el ganado, los humanos y los patógenos, causa de casi todas las pandemias.
Nos espera una mejor relación con el planeta Tierra.
Los próximos años serán tiempos de declive de la energía fósil y de los metales de uso más común (de ahí muchos conflictos bélicos, aparentemente, difíciles de explicar). Tener una mejor relación con el planeta Tierra, con la vida que lo habita, es inexcusable si queremos tener un futuro esperanzador. En nuestras manos está indignarnos con esta situación, formarnos, adquirir conocimientos sobre la crisis ecosocial, concienciarnos, empoderarnos y actuar reflexivamente en coherencia con unos nuevos valores ecosociales. Según Carlos Taibo, nos vamos a encontrar con dos puertas: la del ecofascismo (que nos lleva a la marginación y al exterminio de buena parte de la población planetaria) o la de los movimientos comprometidos con la transición ecosocial (que reivindican: de-crecer, des-urbanizar, des-tecnologizar, des-patriarcalizar o des-complejizar nuestras sociedades). Por lo tanto, re-pensarnos, re-pensar la comunidad, re-pensar el planeta, re-nacer, re-construir, re-crear, re-generar… y reclamar, reconquistar, replantear…
Y ya, por último, para terminar, ¿te gustaría añadir algo más a esta entrevista?
Bueno, por una parte, aprovecho para reivindicar y visibilizar a las trabajadoras y trabajadores de la educación ambiental que lo están pasando mal en esta crisis sanitaria, sin haber podido superar la crisis de 2008, en la que lenta y trágicamente desaparecieron miles de puestos de trabajo.
Y por otra, postular la educación ambiental de enfoque ecosocial. Una educación que pone la vida en el centro de toda reflexión y que asienta su acción en los principios de ecodependencia e interdependencia de los seres humanos. Un proceso que, a través de la transformación ecológica y social de nuestro modelo de vida, propone una nueva cosmovisión del mundo con una nueva ética ecosocial y en el que las personas desarrollan sus capacidades y aptitudes plenamente y construyen su ecociudadanía ajustando su actividad a los principios de ecodependencia e interdependencia, cuidando los vínculos con los demás humanos y seres vivos, atendiendo al fin último de la educación: ser felices.
Muchas gracias por atendernos y por tu permanente colaboración.
El equipo de AEDA 23

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1 Comentarios

  1. Me gustan los comentarios de José Manuel Gutierrez. Nos harian falta muchas personas sobre todo politic@s con sus conocimientos e ideas. También deja traslucir lo dificil de concienciar a una sociedad decadente que sólo se preocupa de vivir el día como si no hubiese un mañana y por otro lado la interesada en su lucro personal, donde todo vale para amasar grandes fortunas, aunque suponga la explotación humana e ir empeorando el medio ambiente, que llevará a la destrucción de toda vida humana. Yo sigo con mi pesimismo habitual

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