A VUELTAS CON EL TRASVASE TAJO-SEGURA ¡OTRA VEZ!

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Instalaciones de bombeo trasvase Tajo-Segura
Creo que la mejor forma de comenzar con este artículo de opinión sería intentando esbozar un poco de la historia relativa a la construcción del trasvase Tajo-Segura, y ello porque este es el verdadero caballo de la discordia en todo lo relativo al río Tajo y a su estado actual.
Veamos: fue a finales de los años 50 del pasado siglo cuando se consolidó la idea de la construcción de grandes obras como el referente en la política hidráulica de este país. Y entre estas, la construcción de presas como el paradigma esencial. Lo que conllevó un gran crecimiento de empresas constructoras, algunas muy potentes, tanto que algunos años después se consolidarían de facto como lobbies con auténtico poder. Porque en España siempre se prefirió el camino fácil de explotar lo conocido —la política del hormigón— antes que investigar y explorar nuevos conocimientos en materia de gestión de aguas. Así que, concluida algunas décadas después la posibilidad de construir nuevas presas, el lobby del hormigón pronto abrió la espita a la redistribución de los recursos hídricos a través de la realización de grandes infraestructuras conductoras: la política de los trasvases fue la nueva panacea para el poderoso lobby constructor.
El trasvase Tajo-Segura se presentó a la opinión pública el día 30 de enero de 1967. Las razones que se arguyeron para justificar el proyecto fueron las sempiternas del desequilibrio hídrico entre regiones, y las de cómo el Ministerio se planteaba resolverlo: en lo esencial trasvasando hasta mil hectómetros cúbicos anuales desde la cabecera del río Tajo hasta la del río Mundo. Se trataba, en palabras del propio ministro, de “aprovechar los excedentes que se pierden en el mar”.
Todos los mentores del proyecto estaban animados por una idea obsesiva: la grandiosidad de la obra; tanto que ella, por sí misma, se justificaba. Cualquier opinión contraria —económica, ecológica, social, geográfica— fue rechazada con auténtico desprecio, calificados de antipatriotas sus oponentes. Y sería la Ley 21/71, de 19 de junio, la encargada de regular la explotación del futuro trasvase, en principio autorizando un máximo de seiscientos hectómetros cúbicos anuales, que podrían ampliarse en una segunda fase hasta un máximo de mil. Con ello se pretendía implantar y legalizar cincuenta mil nuevas hectáreas de regadío, a la vez que acabar con el déficit hídrico de la cuenca del Segura. Y no importó tener que exagerar los datos del aforo del Tajo en su cabecera, que se estimaron en mil doscientos hectómetros cúbicos anuales; un aforo que en ningún momento de la historia de explotación del trasvase se alcanzó.
Hoy la realidad se concreta en que siempre quedó lejos el poder trasvasar incluso el máximo permitido para la primera fase —seiscientos hectómetros cúbicos— situándose la media en aproximadamente la mitad; que las hectáreas de regadío (legales e ilegales) en Murcia se han multiplicado exponencialmente hasta suponer un setenta y cuatro por ciento más del regadío previsto, y que el déficit hídrico que se pensaba eliminar prácticamente se ha triplicado en la actualidad. A cambio se ha producido una notable degradación y pérdida de todos los sistemas ecológicos ligados a las aguas subterráneas en el litoral por sobreexplotación de los acuíferos subterráneos, una esquilmación sin parangón de los recursos de la cabecera del río Tajo, y la práctica reducción del río a la condición de vertedero y cloaca oficial a su paso por ciudades tan principales como Aranjuez, Talavera de la Reina o Toledo capital.
Y hasta aquí los datos objetivos de la realidad del trasvase Tajo-Segura; datos por sí mismos capaces de valorar con propiedad la negativa eficacia y efectividad de la obra. Pero es que lo que ha ocurrido desde la puesta en servicio del trasvase, es que su importancia y cuestionabilidad se ha valorado a través de un debate político ideologizado, totalmente polarizado, donde nunca se ha buscado encontrar la verdad de la cuestión, sino solo mantener la apariencia de resultar ganador en tan indigna controversia: alegatos en favor del trasvase en aras de la solidaridad que debe caracterizar al territorio español —“Los ríos son de todos los españoles”—; la España húmeda ha de ceder agua a la España seca, o la recurrente llamada a la solidaridad interregional, porque al fin “los ríos son parte del patrimonio natural español”.
Y debo decir que de todos estos argumentos solo coincido con aquel de que el Tajo forma parte del patrimonio nacional español. Al igual que también forman parte del patrimonio nacional, la Alhambra de Granada, el Acueducto de Segovia o la Catedral de Burgos, que de eso no cabe la menor duda. Pero eso sí, lo son allí donde están. Y ese es el punto en el que vengo a discrepar con esos irredentos trasvasistas que no admiten discutir por qué resulta impensable poder concebir cualquier manifestación del patrimonio cultural fuera de su lugar, por ejemplo, el palacio de La Alhambra fuera de Granada, y en cambio se puede pensar en el patrimonio natural, en este caso el río Tajo, fuera de su propia cuenca natural.
Sin embargo, algo parece moverse en torno a esta eterna cuestión. El Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas (CEDEX) presentó, el pasado 25 de abril, un informe técnico en el que plantea una actualización progresiva de la normativa vigente, con horizonte en 2027. Este ajuste responde a lo establecido en el Real Decreto 35/2023, que obliga a garantizar unos caudales mínimos en el río Tajo, como siete m³/s en Aranjuez y trece m³/s en Talavera de la Reina. Entre los cambios propuestos destaca la modificación de los volúmenes límite de existencias conjuntas en los embalses de Entrepeñas y Buendía: pasarán de los actuales mil doscientos hm³ a mil seiscientos hm³ para el tránsito entre los niveles uno y dos de explotación. Además, se ajustarán los volúmenes mensuales máximos de trasvase: a veinticuato hm³ en nivel dos y a once hm³ en nivel tres. Con la modificación de las reglas de explotación propuesta por el CEDEX, los volúmenes máximos de agua trasvasable se reducirán un 11% en nivel dos y un 45% en nivel tres. Estos recortes forman parte del primer escalón hacia el cumplimiento de los caudales ecológicos del Tajo de modo que pueda mantenerse como mínimo la vida piscícola que de forma natural debiera albergar dicho río, así como su vegetación de ribera; recortes que podrían ampliarse progresivamente hasta 2027.
Y ante ello solo me queda decir que no creo que este informe llegue jamás a convertirse en una realidad en forma de Decreto-Ley, porque antes tendrá que ser sometido a información pública y resultar aprobado por el Consejo Nacional del Agua. Y ya conocemos bien, en cuestiones de los recursos hídricos de este país, quien ostenta el poder: el puñetero lobby del hormigón junto a las todopoderosas organizaciones de regantes; es decir, de nuevo las más radicales organizaciones de derechas de este país. Así que se jodió: “Con la iglesia hemos dado, amigo Sancho”.

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