No entiendo que haya un invento más estúpido que ese de la celebración del
“Día de algo”; puro marketing capitalista para incitarnos a comprar y
consumir cuánto más, mejor. Pero de entre todos ellos, el que ya me supone
el colmo de la hipocresía y la estupidez, es la celebración del “Día mundial
de los Humedales” que, por designación oficial, y por rememorar la fecha en
la que se firmó el “Convenio RAMSAR de Conservación de los Humedales” se
conmemora dicha firma, el 2 de febrero de cada año, bajo un lema que la ONU
y la organización RAMSAR eligen para concienciar sobre su protección. Este
año 2025, el lema escogido ha sido “Proteger los humedales para nuestro
futuro común”. Falacia donde las haya, porque desde RAMSAR hasta hoy, más de
cincuenta años después, la eficacia de este Convenio y la de la
correspondiente celebración de los sucesivos “Días mundiales de los
humedales”, no ha sido otro que la desaparición de dos tercios de los
humedales mundiales, desde el mar de Aral, hasta las Tablas de Daimiel.
Y ante todo ello, yo, que he perdido décadas de mi vida intentando
contribuir a proteger los humedales (concretamente los manchegos), me cisco
en todos los “Días de los Humedales” habidos y por haber.
¿Qué me paso con ello? ¿Qué soy un irrespetuoso y un radical?...
Bueno, quizá esto sea así, pero permítanme que rememore algunas de las cosas
que, al respecto, y ciñéndome al ámbito territorial de la Mancha, nos han
venido ocurriendo y sobre las que en su día pude escribir.
Luego, si mis argumentos no convencen, con ponerme a caer de un burro,
asunto resuelto. Total, les aseguro que soy un tipo que encaja bien, y,
además, dudo que ya puedan colocarme más epítetos que los que en otros
tiempos me llegaron a colgar.
Pero vayamos con las cosas que RAMSAR y todos los “Días de los Humedales”
han logrado en la Mancha en particular.
OCTUBRE, 2008. EN UN LUGAR DE LA MANCHA DONDE LOS RÍOS CORREN AL REVÉS.
Por fin ha comenzado a llover. Y lo hace con ímpetu y fuerza. De modo que en
estos días han empezado a correr los ríos por la llanura manchega; solo que
unos lo hacen en su sentido adecuado, y otros, como el Záncara, lo hacen al
revés, volviendo hacia atrás las aguas que reciben. ¡Todo un espectáculo
este de los caprichosos ríos manchegos que tan pronto aparecen como
desaparecen! Antes porque se los tragaba la tierra; ahora porque hemos
sobreexplotado los acuíferos y no los dejamos nacer. Pero, en todo caso, y
como bien digo, espectáculo más que digno de ver. Sobre todo aquel de
constatar cómo las aguas de nuestros humedales, sobre todo las que llegan
hasta las Tablas, vuelven hacia atrás sus aguas por el cauce del Guadiana
para que se “cuelen” por los Ojos; esto es, los ríos funcionan al revés para
conseguir que donde antes manaban las aguas, ahora percolen.
De forma que aquí si que podemos decir aquello de “Ojos que no ven, corazón
que no siente”. Tal vez por eso dejamos de ver correr los ríos hace décadas,
de ver cómo las Tablas se desecaban con el auxilio del Estado y la Ley (al
carajo RAMSAR), de ver como miles de hectáreas de tablazos y lagunas se
convertían en muladares y escombreras, y todo ello nos resultó indiferente e
incluso nos llegaron a convencer de que todo aquello era el inevitable
precio a pagar para que todos pudiéramos vivir bien.
Y ahí tenemos el resultado actual: un medio natural masacrado que ahora
funciona a golpes de grifo (trasvases y pozos de emergencia) y tuberías de
hormigón para mantener un sistema ecológico que funciona al revés.
ABRIL, 2019. RUIDERA, LA POLÍTICA Y LA VERDAD.
Resulta sorprendente comprobar hasta qué extremo los políticos nos mienten,
o cuando menos manipulaban a su conveniencia la verdad, aceptándolo como si
esto fuera la cosa más natural del mundo, en lugar de considerarlo como lo
que es: el cinismo y la hipocresía absoluta más desvergonzada para alcanzar
y seguir manteniéndose en la poltrona del poder.
Pero, con todo, si existe un ámbito de desfachatez en el que la mentira
política sobresalga sobre los demás, este es el ámbito del Medio Ambiente y
la cuestión del cuidado y protección del entorno natural. Volvamos al caso
de nuestra cacareada “Mancha Húmeda” ancestral, y cojamos uno cualquiera de
los humedales que la integran sobre el papel: las lagunas de Ruidera, un
paraje que todos los políticos autonómicos que han sido y serán han
considerado la “joya” de la corona que a todo trance hay que salvaguardar.
¿Y qué se ha hecho para conseguirlo?
Ruidera ha sido, es y seguirá siendo el parque natural peor gestionado del
continente europeo, cuando no absolutamente abandonado por la acción
política institucional. Porque no hay día en que no se produzca alguna nueva
barbaridad sobre él: masificación, descontrol, usos inadecuados, vertidos
contaminados, invasión del dominio público por la propiedad particular,
destrucción de barreras travertínicas, licencias turísticas sin control… y
para qué seguir más. Y no hay ni un solo político o funcionario, desde
Presidencia para abajo, que sean capaces de asumir su responsabilidad. Que
Ruidera no tiene PORN, incumpliendo la normativa oficial sobre espacios
naturales protegidos, pues se justifica con mentiras o medias verdades y ya
está. Que hay que modificar el PRUG para colocar como tercer objetivo del
parque natural la defensa de los intereses económicos de los pueblos —mero
eufemismo para soslayar que los intereses que quieren blindar son los de la
propiedad privada y la hostelería instalada en el dominio público lagunar—,
pues se modifica sin ningún tapujo ni sonrojo oficial, porque hay que
indicar que en el PRUG anterior este objetivo ocupaba el noveno y último
lugar. Que los alcaldes y funcionarios con competencias parecen instalados
en un inmovilismo contrario a cualquier propuesta innovadora sostenible,
pues eso también es una realidad. Y así podríamos seguir y seguir para en el
fondo llegar a la misma conclusión: que en política se miente mucho y con
descaro, y que en cuestiones de Medio Ambiente, en la Mancha y sobre Ruidera
en particular, la mentira no es solo un descaro, es un bochorno espantoso
imposible de soportar.
Podría seguir escribiendo páginas y páginas de este estilo hasta la saciedad
—son varios miles las que he publicado a lo largo de estos treinta últimos
años—, pero ello rebasaría el espacio que debe ocupar una entrada o artículo
de opinión. Y aunque soy consciente de que éste peca de exceso literario y
verbal, es tan solo una licencia que me he permitido para dejar claro por
qué me cisco en el “Día de los Humedales” y en toda la mentira política e
institucional que su celebración y efemérides lleva detrás. ¡Anda y que les
den!
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