PLÁSTICO: ESPECIE INVASORA

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La naturaleza soporta una nueva especie invasora: el plástico; un desafío que amenaza la biodiversidad y perjudica a la raza humana.
Ciertamente; la cantidad de basura marina y la contaminación por plásticos ponen en peligro, especialmente, a todos los océanos y mares del mundo. Los plásticos y microplásticos son omnipresentes, y ya se distingue un nuevo hábitat microbiano marino: la “plastisfera”.
Nadie puede afirmar a ciencia cierta cuál es la cantidad de plásticos que albergan las aguas marinas. Se habla entre setenta y cinco y doscientos millones de toneladas según los distintos enfoques de cálculo utilizados. De seguir las cosas igual, y si no se realizan las intervenciones necesarias, la cantidad de residuos plásticos que entran en los ecosistemas se triplicarán año por año. Y eso es un gravísimo problema que va mucho más allá de las “islas de plástico” y su estética de polución y suciedad.
Los plásticos suponen el ochenta y cinco por ciento de los desechos marinos. Y eso provoca efectos letales y subletales en las ballenas, focas, tortugas, aves y peces, así como en los invertebrados bivalvos, el plancton, los gusanos y los corales. Los ecosistemas marinos como los manglares, las praderas marinas, los corales y las marismas son sumideros de carbono: cuanto más afectados, menos compensación del cambio climático. Por su parte, los microplásticos son auténticos portadores de organismos patógenos muy perjudiciales para los seres humanos, la fauna animal y la flora vegetal.
Pero… ¡Todo esto ya lo sabemos, no! Es materia recurrente. De aquella, de la que conforma estadísticas, de la que ofrece fotografías que nos turban; apenas nada, unos momentos, y después, a seguir con nuestra vida. Pero no todo el mundo puede verlo así, porque son muchos los seres humanos que lo sufren.
En Louisiana, por ejemplo, existe un área de unas ochenta y cinco millas a lo largo del Mississippi, entre Nueva Orleans y Baton Rouge, a la que se la conoce como “callejón del cáncer”. Más de ciento cincuenta plantas químicas y refinerías de petróleo se ubican en este tramo de tierra donde la mayoría de las comunidades son negras, y en la que los residentes presentan asombrosos niveles de cáncer y otras enfermedades derivadas de las emisiones tóxicas industriales al aire.
La industria más contaminante es la fábrica de neopreno de St. John, ahora propiedad de la japonesa Denka/Dupont Perfomance. Allí, el riesgo de desarrollar cáncer es cincuenta veces mayor que el promedio nacional debido a las emisiones de cloropreno. Y el porcentaje aumenta en relación directa a la proximidad a la planta.
Los niños sufren dolores de cabeza y hemorragias nasales constantemente. Los residentes en un radio de un kilómetro y medio de la fábrica sufren taquicardia, palpitaciones, sibilancias, dolores de cabeza, mareos, tos crónica, ronquera, irritación de ojos, sarpullidos, fatiga…
Sí, ciertamente, en el “callejón del cáncer” saben bien lo que significan los plásticos y sus derivados. A ellos no les parecen meras estadísticas sus potenciales y venenosos contaminantes. Aneka, una residente de color, antes de fallecer, escribió una frase lapidaria: “Estamos aquí sentados, esperando a morir”.
¿Estamos sentados sobre nuestro planeta esperando a morir?
Seguro que sí. No existe ninguna política internacional que incluya una meta mundial, vinculante, específica y cuantificable, que limite la contaminación por plásticos. El plástico no se asume como problema… Ni el cambio climático; ni la sobreexplotación y contaminación de las aguas… Ni tantas cosas… ¡La estulticia humana y la insolidaridad medioambiental es espantosa! ¡Da asco!



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