Epicteto |
Escribo porque tengo que escribir para expresar aquello que siento y aprendí. Pero no controlo los resultados. No depende de mí si gustará o se leerá mi próximo libro; si el público aceptará su contenido, o si por el contrario suscitará rechazo y/o aversión. Lo que sí depende de mí son mis propios juicios sobre ello, la concordancia con mis valores, y las decisiones que tome sobre actuar o no actuar. En definitiva, tengo que reconocer que, si estoy contento con mi trabajo, debo estar preparado para aceptar cualquier resultado con ecuanimidad.
En realidad, esta nueva actitud no ha sido, ni mucho menos, una constante en mi vida, sino todo lo contrario. Podría enumerar por décadas la rabia y frustración que sentía tras publicar cada obra sin recibir el menor aprecio o atisbo de éxito. Circunstancia que me hizo harto infeliz. Hasta que un buen día, hace algunos años ya, decidí que me estaba equivocando, que no enfocaba bien las cosas, y que por tanto tenía que cambiar.
La respuesta la encontré casi de casualidad leyendo a los clásicos; estoicos griegos y latinos, y descubriendo, con ello, la corriente actual del moderno estoicismo.
Y dicho así, en el tiempo del posmodernismo, esto puede parecer una excentricidad o una arrogancia; ¿de qué va éste?, será un comentario crítico que no faltará. Pero eso es algo que no me afecta en realidad, porque tan solo me limito a practicar —y ello de forma laxa, porque no soy un experto— una forma de vida altamente viable, perfectamente adaptada a nuestra época actual.
El estoicismo moderno es capaz, en muy poco tiempo, de lograr formas de comportamiento hacia expresiones más tranquilas y perspectivas diferentes de las cosas. De hecho, desde el último medio siglo, los psicólogos modernos han redescubierto muchas de sus ideas.
Pensemos, por ejemplo, en una máxima de Epicteto difundida en su “stoa” hace más de mil novecientos años:
“Tengo que morir. Si es ahora, entonces me muero ahora; si más tarde, entonces ahora tomaré mi almuerzo, ya que ha llegado la hora del almuerzo, y de morirme me ocuparé después”.
En realidad, además de divertido, éste podría parecer solo un pensamiento banal. Pero no lo es. Es un pensamiento eminentemente práctico, capaz de aliviar miedos e hipocondrías con solo practicarlo durante algunas semanas: tengo miedo a la enfermedad, todo se me antojan síntomas de enfermedades graves, siento que me voy a morir. Bien, pues apliquemos a Epicteto: si te vas a morir ahora, te mueres ahora, pero si no, ponte a almorzar cuando sea la hora, y sigue viviendo sin miedo hasta cuando de verdad debas morir.
Son estos los principios básicos de esta forma de vida: tremendamente prácticos, ayuda psicológica inmediata, y una insistencia en la mejora de vida y la virtud. Animo, por tanto, a interesarse en ello.
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