FILOSOFÍA PARALA TRANSICIÓN ECOLÓGICA (VII) - DEL NEGACIONISMO AL INACTIVISMO

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La guerra de desinformación que han protagonizado los intereses de los combustibles fósiles está acabando, porque la evidencia científica se ha vuelto imposible de refutar a la luz de los dramáticos aumentos de los eventos climáticos extremos y sus consecuencias: mega incendios; deshielo polar…
DESHIELO POLAR
 
Por eso, los negacionistas, están empezando a reaccionar cambiando sus prácticas en su nueva arremetida para crear división; y lo están haciendo sobre la base de culpar a los individuos de la crisis medioambiental, ya que esta, hoy, no se puede negar.
Pero quiénes son los inactivistas. Pues grupos plutócratas vinculados a la industria de los combustibles fósiles que están desviando su dinero, de la industria de la negación, a grupos de presión como el American Legislative Exchange Council (ALEC) para dirigir y financiar la acción legislativa hacia políticas que frenen o impidan la proliferación de energías limpias.
Y lo hacen a través de estrategias muy estudiadas: todas aquellas que puedan promover la desviación, la demora, la división, la desesperación, la apatía o el desistimiento; en definitiva, todo aquello que pueda convencer a la gente de que el cambio climático no es el resultado de sus prácticas corporativas, sino de nuestras propias acciones individuales.
Por ejemplo, la multinacional BP, petrolera con sede en Londres, fue parte y elemento fundamental de la creación de la idea de la “huella de carbono”, para convencer a la gente de que todo esto se reduce a una cuestión de responsabilidad individual.
Es decir, si la gente cree que sus elecciones de estilo de vida son las culpables del cambio climático, no presionarán a las energéticas para que reduzcan su producción a través de energías fósiles, sustituyéndolas, gradualmente, por alternativas limpias.
Es la misma estrategia que utiliza el lobby de las armas en Estados Unidos, con eslóganes del estilo: “Las armas no matan a la gente; la gente sí”. Argumento que, trasladado a los grandes lobbies de la industria energética, vendría a decir: “Los combustibles fósiles no causan el cambio climático; la gente sí”. Su objetivo es conseguir que la sociedad discuta sobre este tipo de elecciones: ¿Consumes carne? ¿Vuelas?; para producir divisiones y luchas internas y conseguir que los defensores del clima no consigan argumentarse en una sola y única voz.
Michael Mann —climatólogo de la Universidad Estatal de Pensilvania— aboga por que reconozcamos que, aunque nosotros mismos debemos actuar en la dirección de ser los mejores administradores del planeta que podamos ser, los esfuerzos voluntarios, por sí solos, no van a lograr el tipo de cambios que necesitamos. Porque lo que necesitamos son poderosos incentivos financieros para la utilización de energías renovables y presión social sobre los poderes para implementar políticas energéticas en esta dirección.
Pero los plutócratas de los combustibles fósiles no solo han abierto el frente de lucha contra las energías renovables. También están impulsando la idea de que es demasiado tarde, que el cambio climático no se puede detener. De modo que promocionan a personas influyentes para que desarrollen y difundan teorías y mensajes apocalípticos, como que quedan pocos años para que el cambio climático destruya la vida en la tierra; o que el cambio ya es imparable e irreversible.
Es la sublimación de la posverdad; la difusión interesada de hechos engañosos, pura pornografía del desastre climático. Si logran hacer que creamos que no hay solución ¿Para qué actuar?
Pero la forma fácil de perder una guerra, es negar que estamos en ella. Y aunque no elegimos estar, intereses poderosísimos nos metieron. De modo que lo que toca es luchar. Aunque solo sea por una cuestión de ética y responsabilidad: nuestra obligación de conservar este planeta para las generaciones venideras.
Así que, miremos con responsabilidad y ternura a los ojos de nuestros hijos y nuestros nietos, y luego actuemos según nos corresponda a cada uno actuar.
DESHIELO POLAR
 

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