![]() |
Asalto al Capitolio americano |
Es cierto que existe una literatura actual que vuelve a insistir en la
fragilidad de las democracias actuales y en su inestable situación.
La crisis de la democracia. ¿A dónde pueden llevarnos el desgaste
institucional y la polarización?
(2019) de Adam Przeworski; Cómo mueren las democracias (2028)
de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, obras actuales que insisten en la idea y
el pensamiento de encontrarnos al fin de una época. Y lo hacen con una máxima
sensación de preocupación, casi de duelo, al perseverar en el final del ciclo
de optimismo que invadió a Occidente tras la reconstrucción del mundo después
de la caída del muro de Berlín.
Hoy, el pensamiento político tiende a alejarse del ensalzamiento del supuesto
éxito político, para reflexionar más sobre el fracaso histórico del socialismo
real.
Juan J. Linz, en La quiebra de las democracias (1978) estudió
las condiciones que hacen posible la estabilidad de las democracias liberales
o “competitivas”, pero lo hizo desde su original y propia metodología,
renunciando a los clásicos modelos sociológicos e historiográficos, e
inspirándose en su propia orientación ideológica marcadamente anticomunista.
De modo que cargó las tintas en las supuestas ambigüedades del socialismo ante
la democracia y sobre la ambición de los partidos revolucionarios y
reformistas de izquierdas que, según él, generaron un miedo incontenible entre
las clases dirigentes que contribuyó decisivamente a las crisis democráticas
de las décadas de 1920/1930.
Y esto lo escribía en 1978, un contexto histórico en el que se estaba
produciendo el fenómeno contrario: se hizo una transición desde una dictadura
a una democracia en España, y posteriormente, ya en los noventa, se produjo la
reunificación de Alemania, pasando la República Democrática Alemana, de una
dictadura a una democracia.
Sin embargo, todo indica que hoy volvemos a estar en una fase más parecida a
la de 1920/1930 que a la de 1970/1990; es decir, estamos en plena crisis de
las democracias liberales con el riesgo cierto de su quiebra y sustitución por
regímenes autocráticos totalitarios y fascistas. Tanto es así, que parecen
volver a cumplirse al cien por cien las tesis de Linz para que esto ocurriera:
pérdida de legitimidad del sistema democrático por falta de aceptación de las
reglas del sistema político por parte de los ciudadanos y sus élites;
polarización de los partidos que intentan socavar el sistema desde dentro; una
sociedad que dificulta cualquier tipo de negociación al convertirse en
facciones irreconciliables; incapacidad de las instituciones para resolver los
problemas económicos, sociales y políticos; crecimiento de los valores
autoritarios o populistas; tensiones entre el mantenimiento del pluralismo
político y el orden público, y una débil tradición democrática.
Estos son los elementos clásicos que quebraron las democracias en los años de
entreguerras (1920-1930), conduciendo al auge de los regímenes totalitarios y
fascistas y a la guerra más sangrienta que hasta entonces había conocido la
humanidad; y estos son los elementos esenciales que configuran las democracias
actuales, especialmente la española.
Así que, poca democracia por delante nos queda al parecer. Lo que hace falta
saber es si la quebraremos de nuevo a sangre y fuego, algo que no debemos
descartar dado nuestro estigma de pueblo de sangre caliente. ¿Las dos Españas
de Antonio Manchado volveremos a matarnos otra vez?
0 Comentarios