HOY ENTREVISTAMOS A FEDERICO SANTAELLA PASCUAL

Imprimir

 



FEDERICO SANTAELLA PASCUAL


CAPITÁN DE SANIDAD MILITAR EN RETIRO. HISTORIADOR. ARQUEÓLOGO.




Buenos días, Federico, encantados de tenerte con nosotros en el apartado de entrevistas de la página de AEDA23: REALIDAD, FILOSOFÍA Y PENSAMIENTO CRÍTICO (www.aeda23.es):

Qué te parecería si, para comenzar, nos expusieras algo de tu trayectoria personal y profesional con el fin de que nuestros seguidores puedan conocerte mejor.

Por vocación y tradición familiar ingresé en la Armada española donde serví durante veinte años y solicité mi pase a la Reserva, quizá prematuramente, con el empleo de capitán de Sanidad Militar. En ese tiempo tuve ocasión de navegar por lugares llenos de historia donde se podía respirar la antigua grandeza del otrora inmenso Imperio español. Esa circunstancia me motivó para emprender los estudios y lograr las licenciaturas de Geografía, Historia, Arqueología y el grado en Antropología. Ya en tierra, estuve destinado en un regimiento de Artillería; fui capitán de una compañía de Sanidad y estuve destacado en los peñones de Vélez de la Gomera y Alhucemas. Además, tuve la oportunidad de dirigir excavaciones arqueológicas en el entorno de las murallas de Carlos III, en Cartagena y publicar mi primer libro: un tratado de Artillería de Costa.

Bien, cómo calificarías tu relación con la historia de España, y más concretamente, tus investigaciones sobre ella ¿Algún hecho o momento en concreto que recuerdes con especial afecto en relación a ésta cuestión?

Mi relación con la historia de España está en consonancia con mi afición desde época escolar con la historia en general y la historia de España en particular. Sin lugar a dudas, el hecho que recuerdo con especial afecto y que, a la postre, me permitió el acceso a documentos y fuentes a las que nadie con anterioridad había podido llegar, fue mi designación para crear el Archivo y Museo Militar de Cartagena. Desde ese momento, mi situación me permitía la visita y consulta de archivos y documentos militares en toda España, y obtener información no solo de los documentos que no se habían desclasificado, sino también de muchos otros que ni siquiera se habían llegado a clasificar y tenían el membrete de “destrúyase”. Como podrás comprender no puedo dar más detalles.

Nombras al “Desastre del 98” como la “Traición del 98” ¿Por qué? 

Porque la derrota en la guerra hispano-norteamericana no fue la consecuencia de que una nación venciese a otra en el campo de batalla. De hecho, a la firma del Tratado de París, los Estados Unidos ni siquiera habían ocupado el 1% de los territorios que perdió España. El resultado de la guerra estaba pactado de antemano entre McKinley, presidente norteamericano, y Práxedes Mateo Sagasta, presidente del Gobierno español. McKinley, conocedor de que el pueblo norteamericano y gran parte de los congresistas no eran partidarios de la guerra, ofreció al gobierno español 300 millones de dólares por la compra de Cuba. Sagasta no se atrevió a aceptar la oferta, temeroso de una posible revuelta popular y de una nueva guerra Carlista que pudiese acabar con el régimen de la Restauración. Había que organizar una parodia de guerra con una derrota pactada y la excusa para firmar la capitulación sería la pérdida de las escuadras de los almirantes Cervera y Montojo, en el Caribe y en el Pacífico respectivamente. Para ello, Sagasta destituyó al general Weyler, que había logrado sofocar la insurrección cubana, y puso en su puesto al general Ramón Blanco. Nombró, además, al general Pando, Jefe del Estado Mayor, un jefe que pasó todo el tiempo que duró la guerra en Tampa, junto al general Myles, Jefe del Estado Mayor estadounidense. Además, destituyó a la mayor parte de la cúpula militar y situó en sus puestos a otros militares de mayor obediencia política y cómplices de la traición. McKinley, por su parte, organizó la voladura del Maine, que fue un atentado de falsa bandera, para echar la culpa a España y conseguir que la opinión pública norteamericana pasase a ser partidaria de la guerra. A ello contribuyó también la prensa amarilla de los redactores Randoph Hearst y Joseph Pulitzer.

¡Cavite! ¿Podrías explicarnos los inconcebibles errores militares que abocaron a la destrucción de la escuadra española?

En primer lugar, no se puede hablar de errores. Tanto la escuadra de Montojo como la de Cervera fueron enviadas deliberadamente al desastre. Desde cualquier planteamiento geoestratégico, resultaba absurdo que la escuadra norteamericana con tan solo cuatro cruceros ligeros y dos cañoneros se aventurase a navegar a más de 7.000 millas de sus bases. Para la travesía, tuvieron que llenar las carboneras, bodegas y pañoles de carbón, en detrimento del cargo de municiones. Además, se tendrían que enfrentar a una fuerza naval claramente superior en tonelaje y poder artillero formada por nueve cruceros y dieciséis cañoneros y torpederos. En el Plan de Defensa de Filipinas se había establecido que bajo ningún concepto se debía situar la escuadra frente a Cavite, porque en ese lugar estaría condenada a perderse. Había que situarla frente a Manila al abrigo de las baterías de costa y a las del propio recinto de la Plaza, lo que proporcionaría una superioridad artillera de tres a uno: situar torpederos a retaguardia de la escuadra americana y atacar el paso de la escuadra enemiga con las baterías de las islas del Fraile, Restinga, Caballo y Corregidor. Sorprendentemente, y al margen de toda lógica, Montojo situó su escuadra frente a Cavite, y sólo alistó para el combate seis cruceros y dos cañoneros. Además, los dispuso anclados, paralelos a la costa y en dos filas, de modo que los de la primera fila se interponían al fuego de los más pegados a la costa. El comodoro Dewey se introdujo en la bahía de Manila sin ser atacado por las baterías de las islas. También tenía información de la derrota que tenía que seguir para evitar las minas submarinas y tampoco fue atacado, a retaguardia, por los torpederos. Tras dos horas de combate, Dewey recibió un parte donde se le informaba que su escuadra había agotado casi toda su munición. El comodoro mandó virar en redondo a su escuadra, alejándose del escenario del combate y disponiéndola para cargar carbón en Hong Kong y emprender la travesía de regreso a América. En ese momento, Montojo abandonó su escuadra y se retiró a Manila, dejando a los comandantes de los barcos la delirante orden de hundir sus propios barcos abriendo las válvulas de fondo. Cuando Dewey fue informado de lo sucedido se cebó, con la munición que le quedaba, sobre la escuadra española semihundida en las someras aguas de la entrada al arsenal de Cavite. A la mañana siguiente, Montojo abandonó Manila en un barco alemán.

Y en Santiago de Cuba, ¿Cervera cometió similares errores?

A principios de febrero de 1898 la escuadra de Cervera que debía partir al Caribe con la mayor urgencia, se encontraba en San Vicente de Cabo Verde. Estaba compuesta por cuatro cruceros acorazados, tres destructores, tres torpederos, barcos carboneros y varios barcos logísticos. Antes de partir, hizo regresar a España a los tres torpederos y mandó desmontar la artillería de los destructores. Además, llevó a los destructores remolcados, con lo cual la velocidad de la travesía se limitó a siete nudos. En el trayecto se encontró con los cruceros auxiliares Howard y San Luis y no los atacó. El destructor Furor tuvo una pequeña avería y lo dejó abandonado. Frente al Freu de Jamaica se cruzó con otros dos mercantes armados y tampoco los quiso atacar. En vez de obedecer las órdenes de arribar a San Juan de Puerto Rico y situarse al abrigo de las baterías de costa, internó su ya mermada escuadra en Santiago de Cuba y con ello la condenó al desastre, porque Santiago era una ratonera muy fácil de bloquear y cuando se diese esa circunstancia quedaría irremisiblemente perdida. Tuvo veinte días para salir antes de ser bloqueado y no lo quiso hacer. Una vez que el bloqueo fue efectivo sus oficiales le conminaron a salir una noche de tormenta en que la mitad de los barcos norteamericanos se habían retirado a carbonear; y hacerlo primero con los destructores que con acciones al torpedo podía dispersar la fuerza de bloqueo y tampoco quiso. Al final, una mañana soleada y con muchas horas de luz por delante, sacó la escuadra para hundirla, ya que no le permitieron hundirla dentro del puerto. Los barcos tenían que salir de uno en uno por un estrecho canal. A la salida, los mandó parar para que bajasen los prácticos. Así, los barcos salieron sin velocidad, de uno en uno, y conforme salían se tenían que enfrentar cada uno de ellos al fuego de tres o cuatro barcos enemigos. A continuación, mandó varar los barcos en las playas: ¡Misión cumplida!

¿Cómo se desarrollaron los combates del Caney y las Lomas de San Juan? Santiago de Cuba estaba desprotegida frente a la invasión norteamericana?

Para proteger la ciudad de Santiago, había que tratar de impedir el desembarco que se realizó sin el apoyo de barcos de guerra, cosa que incomprensiblemente no se intentó. La fuerza de desembarco fue frenada en seco en la posición de las Guásimas y emprendió un movimiento de retirada a la costa. Pero de forma incomprensible, el general Linares ordenó el repliegue de las fuerzas españolas hacia posiciones cercanas a Santiago. El general Linares se retiró a Santiago arguyendo que estaba enfermo. Llegada la fuerza de desembarco a las posiciones de El Caney y Las Lomas de San Juan, fue frenada por la heroica defensa del general Vara de Rey (este no estaba en la conspiración). Los estadounidenses sufrieron muchas bajas y fueron víctimas de las enfermedades tropicales. Además, la actuación de 800 marineros desembarcados al mando de Bustamante, y la llegada de la columna del coronel Escario, reforzaron las posiciones españolas. Tan mala situación tenían los yankees que el general Shafter concertó un encuentro con el jefe de la escuadra, almirante Sampson, para organizar el reembarco de la tropa. Pero al día siguiente, Cervera hundió su escuadra y, por instrucciones de Sagasta, se ordenó la capitulación y entrega de Santiago de Cuba, y con ella todo el departamento de Oriente.

Puedes hablarnos de la influencia de la masonería en estos hechos históricos. ¿Y en el momento actual?

No me gusta hablar de masonería, para ello hay otros autores, como Cesáreo Jarabo, que han estudiado el tema en profundidad. Tampoco me gusta por no dar pie a que nadie piense en teorías conspirativas. Pero existe un hecho incontestable, las secesiones hispanoamericanas fueron alentadas por la masonería; las fuerzas que debían de partir a América para sofocarlas fueron retenidas en España por el general Riego, cumpliendo instrucciones de las logias instaladas en Gibraltar. En 1870, el general Prim (reconocido masón) entabló negociaciones secretas en Vichy con el embajador norteamericano para entregar Cuba a cambio de que los Estados Unidos se hiciesen cargo de la deuda española. En 1898, McKinley era maestro masón con el grado 33. Sagasta también era maestro masón con el grado 33, y ya conocemos la tradicional sumisión de la masonería española a la anglosajona. En definitiva, la masonería siempre ha actuado como una sección del Foreing Office para los asuntos de España.

¿Cómo ha recibido la historiografía oficial tus teorías y aportaciones?

Soy un investigador independiente y solitario. Mis profesores de historia no me han aportado gran cosa sobre esta línea de investigación, y también hay que comprender que los que en su actividad docente llevan muchos años contando la versión oficial, ahora les cueste mucho desdecirse y revertir sus discursos. Lo que es cierto es que ninguno ha podido rebatir mis argumentos, porque de haber podido seguro que lo habrían hecho. También es cierto, y nadie lo puede discutir, es que mi trabajo ha creado una nueva línea de investigación, que se traduce en que otros autores, con posterioridad, han escrito libros basados en mis aportaciones, lo que para mí es una gran satisfacción.

A nivel personal o individual ¿Qué consideras que puede hacer o aportar la gente común a la sociedad en general?

La gente, en general, debería trabajar o estudiar con diligencia y honradez, y no dejarse engañar por la mafia política, con su red clientelar, que nos lleva gobernando 200 años.

Y ya, por último, para terminar, ¿te gustaría añadir algo más a esta entrevista?

En esta parte de la historia, los protagonistas son los traidores, pero en el otro lado de la historia están los héroes no reconocidos ni recordados. Aquellos que no entendían de intrigas, de complots, de manejos ni de traiciones. Aquellos que no habían recibido instrucciones superiores y lucharon con la norma del honor y la lógica de las armas. Aquellos que se limitaron a cumplir con su deber y dieron su vida por España, como los miles de soldados y marineros enfermos y hambrientos que tuvieron su sepultura en ultramar. Los valientes oficiales y soldados españoles que no quisieron entregar sus armas, cuando desde el Gobierno recibieron instrucciones de rendirse.


Muchas gracias por atendernos y por tu colaboración.

El equipo de AEDA 23

Publicar un comentario

0 Comentarios