En 1992, Severn Cullis, una niña de doce años, pronunció en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro un discurso que marcó una época:
“Sólo soy una niña y no tengo soluciones para todo, pero quiero convenceros de que vosotros tampoco tenéis soluciones. No sabéis como reconstruir la capa de ozono, no sabéis dar vida a especies ya extinguidas para siempre, no podéis hacer que crezcan árboles en zonas que ahora ya son desiertos. Y si no sabéis ni podéis arreglar todo esto, por favor, acabad con toda esta destrucción. Porque sois vosotros, los mayores, quienes decidís en qué mundo vamos a vivir nosotros”.
Con este testimonio, Severn Cullis vino a exponer con diáfana claridad la brecha, el grave conflicto generacional, que los adultos estamos creando en el campo del Medio Ambiente con nuestro actual modelo de desarrollo económico y social.
En el año 2010 la deuda contraída por los países de la Unión Europea se cifraba en 8,7 billones de euros, lo que significa que cada recién nacido europeo llegaba al mundo con un déficit de unos diecisiete mil euros. Pero más onerosa aún es la deuda ecológica acumulada por varias generaciones desde hace casi un siglo. Desde 1905 la temperatura media de la Tierra ha aumentado 0,74 grados centígrados, y sus repercusiones se hacen sentir: el banco de hielo ártico se reduce, las catástrofes climáticas aumentan, el nivel del mar sube y los glaciares se derriten. Aunque no seremos nosotros los que suframos las consecuencias, sino las generaciones que nos han de suceder. Quizá por eso los políticos se permiten tanta cobardía en la cuestión medioambiental.
Y es que es sumamente fácil e inocuo trasladar el peso de esa deuda sobre los hombros de los que no pueden defenderse, porque son demasiado jóvenes o porque no han nacido todavía. Como respuesta, son muchos los jóvenes que desprecian a los políticos y a los partidos que los representan, un fracaso sin parangón para toda la clase política en general. Pero ¿les preocupa acaso esta cuestión?
Para responder a esta pregunta, bastaría con pedirles que observaran sus niveles políticos más cercanos ¿Qué política medioambiental están desarrollando los gobiernos regionales y locales? Por
ejemplo, refiriéndonos al ámbito manchego, cabría preguntar ¿Qué ha ocurrido con aquel Plan Especial del Alto Guadiana destinado a reconvertir hacia un modelo de sostenibilidad la depredadora agricultura del regadío sin control? ¿Qué ha ocurrido con aquella Reserva de la Biosfera de la Mancha Húmeda sobre la que pesan peticiones lógicas a favor de su descatalogación?
La respuesta resultaría obvia: no existe ningún interés por esas cuestiones a nivel regional, lo mismo que, salvo muy honradas excepciones, no existe ningún interés por todo eso en los niveles de la administración local.
¿Lo dudan? Pues háganlo; intenten comunicarse con consejeros, alcaldes y concejales, envíenles alguna propuesta, alguna idea de participación, demuéstrenles que tienen opinión, y verán lo que reciben: en la mayoría de los casos sólo el apático, cobarde y estulto silencio oficial.
Excepcionalmente se podrán escuchar posturas inocentes, disculpas de falta de medios o de responsabilidad ¡Todo puede cubrirse bajo el manto de la crisis y la herencia recibida cargada de maldad! Timidez, falta de iniciativa y compromiso, hipocresía general es lo que trasladan los vientos políticos actuales en materia medioambiental.
Y así seguiremos aumentando esa inconmensurable deuda generacional. Pero queda un atisbo de esperanza, porque como dijera Mahatma Gandhi: “El cambio sólo es posible cuando empieza a producirse en la persona que lo impulsa”, y algo está cambiando en esos miles, millones de jóvenes, que ya no soportan tanta desvergüenza política y social.
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