por Héctor Campos Castillo
Imagínense esta noticia: “España respira aliviada porque su PIB ha vuelto a
decrecer por tercer trimestre consecutivo.” O esta otra: “Preocupación
generalizada por el incremento del PIB.” ¿Nos hemos vuelto locos? ¿El mundo al
revés? No: es una visión diferente y, seguramente, más sostenible del rumbo de
un país. Una visión, desde luego, que no quieren que comprendamos. Y, mucho
menos, que divulguemos. La obsesión de los medios de comunicación en que
nuestro producto interior bruto (PIB) crezca es sólo fruto de una visión
deformada, interesada y manipulada de la economía, vista sólo desde la
perspectiva del capitalismo y el liberalismo. Pero ha calado en la sociedad:
sabemos que, si crece, nos irá bien la vida. Pero si decrece todos seremos
desdichados. Es lógico ¿verdad? Sin embargo, como en todo, la Economía también
tiene ideología. Y sólo nos han adoctrinado en una.
Talas en el parque natural Lagunas de Ruidera |
El PIB como punto de referencia de cómo le va a un país está basado en un
crecimiento productivo continuo para sostener nuestra economía. Pero si los
recursos naturales son finitos y limitados, es obviamente insostenible. Según la
ley de Okum (formulada por el economista norteamericano en 1962), para que una
economía mantenga sus puestos de trabajo necesita crecer anualmente cerca del
3%. Dicha ley garantiza el empleo a costa de arrasar los recursos naturales, a
base de aumentar el consumismo (no confundir con el consumo). Los costes
medioambientales son catastróficos. Pero la Ley de Okum no se plantea otros
escenarios, como reducir las jornadas laborales (en muchos casos, improductivas)
o producir sólo lo verdaderamente necesario en las cantidades verdaderamente
apropiadas. Es, pues, sólo una ideología. Pero una ideología que han comprado
los partidos políticos, los economistas y, desde luego, los medios de
comunicación, sin atreverse ninguno de ellos a objetar, dudar o preguntar
siquiera por una alternativa. Básicamente, porque no les conviene. Por eso la
tildarán de utópica e inviable, cuando no de peligrosa. El miedo funciona muy
bien. El “me quedo como estoy” funciona. Pero ¿por cuánto tiempo? No nos metamos
en la Economía pura y dura; centrémonos en los costes medioambientales, que es
lo que nos interesa. El PIB, además de indicar un crecimiento económico (no
siempre deseable, pero esa es otra historia...), también indica otros hechos que
son silenciados intencionadamente. Todos estos jamás se nombran cuando los
economistas o los políticos hablan de que quieren aumentar el PIB del país:
aumento de la contaminación (más petróleo consumido, más carbón quemado, más
energía derrochada, más consumo de envases, etc.; vienen genial para incrementar
el PIB), propagación de enfermedades (agua de mayo para la industria
farmacéutica, una de las principales contribuyentes al PIB), pandemias (no es
casualidad que Matías Prats se esté hinchando a hacer campañas por la sanidad
privada, y que dichas compañías crezcan como setas, pues el coronavirus y sus
cuarentenas les han venido de perlas), proliferación de guerras y conflictos
armados (la industria armamentística es una gran generadora de PIB; y aunque
nosotros no estemos en ninguna guerra, nuestra exportación de armas alimenta las
de otros países), incremento de la basura (más residuos, más envases, más
vertidos... igual a más PIB), compra-venta de productos fabricados lejos del
consumidor (cuanto mayor kilometraje en su transporte, más intermediarios y
consumo de combustible, en perjuicio de la sostenible economía local y de
barrio), despilfarro y consumismo (productos de usar y tirar, como móviles que
caducan cada año, obsolescencia programada, caducidad de alimentos
intencionadamente alta), publicidad engañosa (de por sí es una industria
diseñada para engañar al consumidor, inoculándole necesidades de consumo
inexistentes), destrucción del medio ambiente (paisajes arrasados, contaminación
de aguas y suelos, polución... son indicadores de una rica industria que
incrementa el PIB), incendios (paradójicamente, propicia la contratación de
retenes y empresas especializadas en sofocarlos; hay sospechas —según el
ingeniero técnico forestal por la universidad politécnica de Madrid, Julio
García Camarero— de que esas mismas empresas están detrás de algunos incendios),
desastres naturales (que incrementarán la actividad de empresas reconstructoras,
arquitectos, aparejadores, mecánicos, electricistas)…
Talas en el parque natural Lagunas de Ruidera |
En definitiva: detrás del PIB está toda actividad que incremente el precio
agregado de un producto o servicio, independientemente de que mejore o empeore
nuestra calidad de vida, o de que haya sido propiciada por algún fenómeno
negativo o incluso letal para la sociedad. Y, desde luego, independientemente de
sus costes ecológicos. Pensemos en todo esto cuando nos vuelvan a dar cifras del
PIB como si fueran poco menos que un dios al que rezar. Pensemos que es
imposible incrementarlo perpetuamente sin esquilmar o aniquilar nuestros
recursos naturales. Y, pensemos, sobre todo, en que la alegría, la satisfacción,
el tiempo libre, la familia o la solidaridad no tienen incidencia en el PIB.
¿Qué mide realmente lo bien que nos va?
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Héctor Campos Castillo es periodista, escritor y fotógrafo.
Bibliografía recomendada
García Camarero, Julio: El decrecimiento infeliz.
Los libros de la catarata, 2015; sobre el que está basado este artículo.
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