HOY ENTREVISTAMOS A HÉCTOR CAMPOS CASTILLO

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HÉCTOR CAMPOS CASTILLO

Héctor Campos Castillo

Colaborador habitual, escritor y aficionado a la fotografía.

Buenos días, Héctor, encantados de tenerte con nosotros en el apartado de entrevistas de la página de AEDA23: FILOSOFÍA Y PENSAMIENTO PARA LA TRANSICIÓN ECOLÓGICA (www.aeda23.es):

Qué te parecería si, para comenzar, nos expusieras algo de tu trayectoria personal y profesional con el fin de que nuestros seguidores puedan conocerte mejor.

Poco que contar, en realidad. He colaborado en publicaciones regionales y nacionales. Fui redactor jefe y fotógrafo de un periódico comarcal especializado en reportajes, denuncias, ecologismo y cultura. Recientemente he publicado una biografía sobre el músico Mike Oldfield, titulada “La música de los sueños.”

Bien, y cómo fue tu descubrimiento y relación con el Medio ambiente, y más concretamente con aquello que te preocupa más.

Nací en Aranjuez, que es una ciudad madrileña en la que la naturaleza juega un papel importante. No sólo por los jardines, sino por los ríos Tajo y Jarama, los sotos, las huertas, y porque en su origen fue una ciudad “antiurbana”, pues fue concebida con la naturaleza como elemento fundamental por encima de los intereses puramente urbanísticos. Además, desde que nací, tuve la oportunidad de pasar largas temporadas en las Lagunas de Ruidera, por lo que ese lugar tiene un significado especial para mí. Así que en uno y en otro lugar siempre he jugado en los cerros, entre bosques, manantiales... Y eso marca. Ya tempranamente vi grandes intereses que atentaban la esencia misma de ambos lugares. En Ruidera, con la masificación turística, entre muchos otros problemas. En Aranjuez el río Tajo es un cadáver por culpa de la contaminación y el trasvase Tajo-Segura. Pero también es atroz oír a tus vecinos cosas como que hay que cortar los hermosos árboles porque sus hojas ensucian la calle. No son hechos espontáneos: son el fruto de la manipulación a la que estamos sometidos.

El cambio climático es una realidad, o es tan solo una exageración de extremistas. Creo que no falta mucho para que quienes niegan el cambio climático sean vistos poco menos que como terraplanistas. Sólo buscando datos tergiversados o manipulados se puede negar. No sólo es una realidad, sino que está causado directamente por la humanidad. Ha habido cambios climáticos a lo largo de la Historia, pero éste lo estamos acelerando nosotros. Quien no lo quiere ver sólo intenta justificar un tren de vida claramente insostenible, limpiar su conciencia y poder continuar como si lo que le pasa al planeta no fuera con él. La ignorancia es felicidad.

Consideras posible corregir los graves problemas medioambientales mediante acciones concretas. ¿Estamos aún a tiempo de cambiar?

La frase “nunca es tarde” empieza a sonar a justificación para posponer lo que debería ser obligatorio por ley. Siento ser pesimista: deberíamos rebajar las emisiones contaminantes casi un 8% entre 2020 y 2030, y las estamos incrementando casi un 3%. Así que no: no estamos a tiempo. El cambio climático es irreversible, es una realidad que ya padecemos. Aunque parásemos toda la contaminación mundial durante un año, el cambio climático seguirá adelante, por todo lo que ya hemos contaminado. No es noticia porque tiene consecuencias directas en el Sahel (un cinturón de 5.400 km que atraviesa África) y no en el barrio de Salamanca (Madrid). Alteraciones en los ciclos de lluvias, avenidas, cambios costeros... Llueve un 30% menos de media, los desastres naturales anuales han aumentado de cincuenta en los años 70 a 200 actualmente. Las sequías e inundaciones han arruinado la agricultura de esas tierras africanas, convertidas en estériles. Tragedias que causan hambre y muerte ahora mismo a miles de personas. Millones ya se han visto obligadas a emigrar por nuestra culpa (el 90% del cambio climático está causado por los países ricos). Y luego diremos que nos están invadiendo, porque aún creemos que vivimos aislados del resto del planeta, que somos inocentes y no tenemos la culpa de nada. A mí me viene muy bien comprar minerales baratos a África, llevarles mi basura y quejarme de las pateras. Pero el mundo es un todo. Las fronteras son sólo líneas en los mapas; no detienen la realidad. Así que, o la cambiamos, o seguirán llegando, desesperados, huyendo de una realidad que hemos consentido, cuando no acrecentado. Aun así, quiero dejar una nota positiva: estamos a tiempo de cambiar, al menos, la tendencia: no empeorar las cosas. Depende de nosotros.

A nivel personal o individual ¿Qué consideras que puedes hacer o aportar?

Estamos mal acostumbrados a culpar siempre a los de arriba. Pero todos nosotros, en nuestro día a día, podemos ayudar. Como sociedad capitalista, tenemos un arma muy poderosa que casi nadie utiliza: el consumo (no confundir con el consumismo). Comprar productos menos contaminantes, apostar por los reciclados, el comercio de barrio y de cercanía, productos de temporada y a granel, reparar en vez de reemplazar un aparato estropeado (sí, es posible), andar más y conducir menos, rechazar bolsas de plásticos, usar fiambreras en vez de bandejas de polímeros de un solo uso... Me parece absurdo que cada una de las diez magdalenas vengan plastificadas dentro del envase. Estos detalles cuentan: si vemos cosas así, no las compremos. El otro día un compañero (con un buen sueldo) se vanagloriaba de comprar en Amazon un bolígrafo y haberse ahorrado 70 céntimos. Baratos vendemos a nuestro tendero de barrio. Ese bolígrafo vendrá de cientos, quién sabe si miles de kilómetros de distancia. Su impacto contaminante es un lujo de una sociedad infantilizada que no paga gastos de envío. Si realmente se impusiera el cobro de los costes medioambientales, ese bolígrafo debería costar 4 o 5 euros. De estas cosas deberíamos darnos cuenta nosotros, ser más críticos como consumidores. No comprar algo sólo porque sea muy barato, sobre todo si no tenemos apuros económicos. Hay que preguntarse: ¿por qué un producto es tan barato? Quizá venga de un país con una legislación medioambiental ridícula, en la que contaminar salga gratis, por no hablar de la explotación infantil y la mano de obra casi esclava. Ahora está de moda pedirlo todo por internet. ¿Nos hemos olvidado ya de la pandemia? ¿No hablamos de que íbamos a ser mejores, que íbamos a aprender de la situación? ¿En qué ha quedado todo eso? Volvemos a los mismos errores. Por ejemplo: no comprendo que la gente aparque en la puerta del gimnasio y luego se suba a una cinta para correr. Tampoco entiendo que una persona sola tenga que mover un “salón” de cinco plazas y mil quinientos kilos para ir a trabajar a cinco kilómetros de casa. No comprendo que se caliente la calle en pleno invierno con estufas y la gente se sienta helada de frío en terrazas al aire libre. Ni que para tener unas vacaciones dignas tengas que viajar todos los años, cuanto más lejos mejor, para hacerte fotos delante de monumentos que ni sabes qué significan. Visitar el pueblo de los abuelos o el Museo del Padro pueden ser unas grandes vacaciones, no hay que viajar tan lejos todos los años. No tenemos que seguir al rebaño. Y, sobre todo, tenemos que ser conscientes de que cuando consumimos algo tenemos una gran responsabilidad sobre nuestra elección. Hay que ser menos egoístas y pensar más en el bien común. Y convertirlo en nuestra forma de vida. Por eso odio anuncios como el “yoísmo”. Ese tipo de actitudes destruyen nuestro planeta.

Es posible concienciar a la sociedad. ¿Cómo?

Es muy difícil, porque cuando se logra algún paso no tardan los interesados en contraatacar. Por ejemplo: cuántos insultos escuché contra Greta Thunberg de padres supuestamente responsables. Greta no dijo nada nuevo que no dijéramos en los años 90, pero al menos ella tuvo repercusión. En vez de aprovechar el momento, quienes vieron amenazado su nivel de vida (insostenible) contraatacaron ridiculizando, tergiversando o directamente insultado a una niña (¡una niña!), que tendrá sus fallos, pero no deja de ser una niña valiente (esos mismos padres vitorearán a sus retoños por cualquier tontería como si fueran genios). Tenemos que pensar por nosotros mismos y no creer nada de lo que digan los anuncios, porque nos inculcan necesidades inexistentes que tenemos que saciar para formar parte de la sociedad. ¿Cómo no voy a estrenar un móvil cada año, si lo hacen todos mis amigos? Recuerdo un anuncio que decía: “Esa sensación de estrenar móvil tienes que sentirla más a menudo”. ¿En serio? ¿Es lógico? No lo es. ¿Cuántas veces nos bombardean con aquello de “te mereces un premio” o algo similar? Es la manera que tienen de justificar comportamientos consumistas absurdos, normalizarlos y estigmatizar a quien no comulgue. Para concienciar a la sociedad hay que empezar desde abajo, desde niños. Es muy difícil cambiar de adultos. Pero eso es fundamental la educación desde edades tempranas. Decirle a un niño que todo tiene un impacto, que la naturaleza y él no son dos cosas distintas; él es naturaleza. Él es el planeta. Todo lo que le pase al planeta le afectará a él. Así que todo lo que le haga a la naturaleza (desde tirar un papel al suelo hasta contaminar un río) tendrá consecuencias. Hay que desterrar la idea de que lo que ocurre a miles de kilómetros de nuestra casa no nos incumbe.

Consideras que los ecosistemas son capaces de defenderse de las agresiones humanas.

Claro que son capaces, la pandemia es una prueba de ello. ¿O acaso creemos que esto ha sido algo casual? Nada lo es. Es una clara advertencia: “Os estáis pasando. La plaga sois vosotros.” Es una cruel manera de intentar controlar una especie claramente invasiva, que somos nosotros. Evidentemente no estoy a favor de la pandemia, faltaría más. Es una desgracia y ojalá termine pronto. Pero sí deberíamos reflexionar: qué estamos haciendo mal. Por qué ha pasado lo que ha pasado. ¿Podemos seguir así? Desgraciadamente la gente ya sólo piensa en volver a la “normalidad”. ¿Qué es la normalidad? ¿Vacaciones de miles de kilómetros en un transporte tan contaminante como el avión cada seis meses? ¿Masificación turística? ¿La hostelería como principal motor económico? Bueno, volverá a haber otra pandemia tarde o temprano, eso es seguro.

Es posible una alternativa política que base su acción en la consideración de la ecología y el respeto medioambiental.

Si la pregunta es si es posible, la respuesta es sí. Ya está en práctica en otros países con buenos resultados, mejores que los nuestros. Es una lástima que nosotros lo consideremos una “alternativa” política, cuando debería ser algo normal, incuestionable, por ley. Pero si me preguntas si va a pasar a corto plazo en nuestro país, desgraciadamente diré que no. Hemos tenido la oportunidad, se han dado pasos, y en cuanto el ecologismo ha tenido un mínimo impacto real en nuestra política, nos hemos puesto a ridiculizarla, llamando a sus responsables “abrazaárboles”, jipis, “perroflautas” y demás. El capitalismo se pone a mover toda su maquinaría y la engrasa con sofismos y proclamas para que la política no cambie, porque le perjudicaría. Nosotros lo compramos por pura comodidad: todos queremos ser verdes, ecologistas, pero en cuanto eso implica un sacrificio directo (que en realidad no es tal), reculamos y nos arrepentimos. Queremos volver a nuestros viejos hábitos acomodados. Ojalá me equivoque, pero soy muy pesimista. Quizá, dentro de un tiempo, sea posible con las nuevas generaciones con mentes más abiertas. Pero ahora mismo no veo a la sociedad dispuesta a bajarse de este tren que viaja a toda mecha sin saber muy bien adónde va.

Piensas que la pandemia COVID 19 tiene algún origen con causa en la problemática ambiental.

Había contestado la pregunta anterior sin leer ésta. Desde luego que lo tiene: un virus encuentra el paraíso en una especie que se mueve por todo el mundo diariamente por millones, que hacemos de la masificación nuestra forma de vida, que saturamos el Everest con cientos de escaladores como borregos... Con el nivel de vida desenfrenado que llevamos, somos lo mejor que le puede pasar a un virus.

Nos espera una mejor relación con el planeta Tierra.

Ahora quiero romper el pesimismo que quizá ha reinado en mis palabras anteriormente: creo que las nuevas generaciones crecerán con otra mentalidad. Serán conscientes de que la relación con nuestro planeta es esencial, y lo incorporarán a su modo de vida de forma natural, sin tener que preguntarse si hacerlo o no. Simplemente, lo harán. Tienen la oportunidad de desterrar nuestro hábitos negativos, porque para ellos no serán hábitos, sino errores del pasado inconcebibles. Se crearán nuevos hábitos más sostenibles, y quizá se recuperen otros que tenían nuestros abuelos y hemos perdido porque nos creímos demasiado modernos como para continuarlos. Ellos tienen la mente limpia y podrán tener una mejor relación con el planeta sin prejuicios. Pero depende de la educación que les demos.

Y ya por último, para terminar, ¿te gustaría añadir algo más a esta entrevista?

Simplemente me gustaría dar la enhorabuena al grupo, a ti personalmente, por esta iniciativa, después de décadas luchando por la causa, pese a todos los contratiempos y desencuentros. Es difícil mantener la ilusión con tan pocas recompensas. Pero todo tiene un poso y todo cuenta. Ánimos.

Muchas gracias por atendernos y por tu permanente colaboración.

El equipo de AEDA 23

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